Hace mucho que me di cuenta que eso de tenerle miedo al “qué dirán” es cómo una costumbre. Es costumbre (arraigada, según lo veo yo) conformarse con mantenernos en bajo perfil, que nadie nos escuche, que nadie nos vea, lo mejor es pasar desapercibidos, conformarnos con el silencio ingenuo de nuestras voces acalladas por la infame vergüenza, conformarnos con los pensamientos débiles atascándose en nuestra mediocre mente.
Todos ven lo que quieren ver y escuchan lo que les da la gana, pero nadie quiere escuchar lo que alguien diferente a ellos les puede decir, pero “Hay que ver el otro lado de la moneda”. Somos tan patéticos para tenerle miedo a un montón de gentes que se burlan de lo que uno dice, que no nos damos cuenta que podemos ser lo suficientemente inteligentes como para abrir bien ojos y oídos y por fin ENTENDER que ellos son muchísimo más patéticos y necios por que les asusta que una nueva idea pueda ser mejor que lo ya programado en sus mentes porque, ¿para qué escuchar algo novísimo si ya nos acostumbramos a lo de siempre? Mejor nos reímos, ¿apoco no?
Lo peor es toda esa inseguridad y esa fobia a las relaciones sociales que hasta parece que todos sufrimos de ese Trastorno de Personalidad por Evitación que leí alguna vez: Es decir, no se trata de personas solitarias que prefieren tener poco contacto con los demás, sino que desean el afecto, amistad y aceptación de los demás pero tienen un miedo al rechazo tan profundo que impide el inicio o la profundización de las amistades, se trata de la inhibición social que sentimos tal como si estuviéramos frente a un violento mar dispuesto a ahogarnos. Es la creencia de que todos nos juzgan y critican la que nos vuelve verdaderamente ineptos. Nadie puede negar que de vez en cuando piensa en todo esto, porque nuestra mente catastrófica le da vuelo a la hilacha si la dejamos.
Todos ven lo que quieren ver y escuchan lo que les da la gana, pero nadie quiere escuchar lo que alguien diferente a ellos les puede decir, pero “Hay que ver el otro lado de la moneda”. Somos tan patéticos para tenerle miedo a un montón de gentes que se burlan de lo que uno dice, que no nos damos cuenta que podemos ser lo suficientemente inteligentes como para abrir bien ojos y oídos y por fin ENTENDER que ellos son muchísimo más patéticos y necios por que les asusta que una nueva idea pueda ser mejor que lo ya programado en sus mentes porque, ¿para qué escuchar algo novísimo si ya nos acostumbramos a lo de siempre? Mejor nos reímos, ¿apoco no?
Lo peor es toda esa inseguridad y esa fobia a las relaciones sociales que hasta parece que todos sufrimos de ese Trastorno de Personalidad por Evitación que leí alguna vez: Es decir, no se trata de personas solitarias que prefieren tener poco contacto con los demás, sino que desean el afecto, amistad y aceptación de los demás pero tienen un miedo al rechazo tan profundo que impide el inicio o la profundización de las amistades, se trata de la inhibición social que sentimos tal como si estuviéramos frente a un violento mar dispuesto a ahogarnos. Es la creencia de que todos nos juzgan y critican la que nos vuelve verdaderamente ineptos. Nadie puede negar que de vez en cuando piensa en todo esto, porque nuestra mente catastrófica le da vuelo a la hilacha si la dejamos.
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